Belén Medina, colaboradora internacional de la Fundación, viaja en próximas fechas a Gambia
Hasta que la enfermedad se hizo presente en su vida, Belén Medina era una feliz abogada, con despacho propio, que amaba su trabajo, que adoraba ejercer el Derecho. Como consecuencia de la aparición de un linfoma, se vio obligada a renunciar a su profesión. Ahora, desde hace dos años, continúa trabajando en favor de los demás, aunque ahora lo hace desde el voluntariado, desde la colaboración con la Fundación Ambuibérica en el ámbito internacional. Tras una primera actuación en Colombia a principios de este año, en unos días viajará a de Jurunku Village, en Gambia, para contribuir a mejorar la calidad de vida de los niños de esa localidad.
En esta entrevista cuenta cómo comenzó su actividad con la Fundación Ambuibérica, qué estímulos la empujan a ponerse al servicio de los demás y qué actividades desarrollará en Gambia. Además, hace un llamamiento a quienes quieran colaborar con la fundación: “Quiero agradecer la confianza depositada en mí y lanzar una llamada a otras personas que quieran colaborar con nosotros. Cuantos más seamos, más posibilidades habrá de que nuestros proyectos se cumplan y más personas podremos resultar beneficiadas. El equipo nos espera”.
Viajas en unos días a Jurunku Village, en Gambia. ¿Por qué has elegido este destino? ¿Cuál es el objetivo de este viaje?
Este destino no es nuevo para mí. En el mes de junio viajé a dos poblaciones de Gambia (Batabut Kantora y Jurunku Village) como integrante de un equipo de trabajo de la asociación humanitaria AYEPU (Ayuda entre Pueblos), quienes desarrollan una encomiable labor en el ámbito sanitario. Estando en el centro de salud de Jurunku, un profesor de la escuela local me trasmitió su interés en que llevara a cabo con los niños una actividad similar a la que previamente había efectuado en Colombia a comienzos de este año (clases de pintura y talleres de primeros auxilios a pequeños en edad escolar). Me atrapó su propuesta y la esperanza de que, en alguna medida, podía ayudar, aportar algo nuevo e interactuar con los muchachos que inundan con sus risas la escuela de Jurunku.
Aunque no pueda desarrollar la misma labor que en Colombia, trataré de poner en marcha la biblioteca de la escuela y dar talleres a los niños sobre salud bucal con entrega de cepillos de dientes, higiene de manos con agua y jabón, pautas de alimentación y descanso, así como otras actividades encaminadas a la educación y la concienciación de que determinados cuidados e higiene previenen muchas enfermedades. Intentaré que tengan su primer contacto y forma de expresión a través de la pintura. Es un privilegio acercar los colores a este pequeño y alejado rincón de África.
¿Qué expectativas tienes?
Confío en acondicionar la estancia destinada a biblioteca o, al menos, crear el ambiente necesario para que los niños vayan a leer o a realizar sus tareas escolares. Los recursos en Jurunku son nulos o muy limitados, necesitan prácticamente de todo, pero con el escaso material escolar que llevo desde España y el que pueda adquirir allí, creo poder conseguirlo.
¿Es el primer viaje que haces con la Fundación Ambuibérica? ¿Has hecho otros con anterioridad? ¿A qué destinos?
Este es el segundo viaje que realizo como voluntaria de la Fundación Ambuiberica. El primer contacto con la colaboración internacional tuvo lugar en la ciudad de Armenia, en el eje cafetero del Quindío (Colombia). Aunque en un principio el motivo era dar clases de pintura a los niños de un barrio desfavorecido, en una asociación artística benéfica llamada Coffee Latin Arts, también dediqué aquella estancia a impartir clases y talleres de primeros auxilios y RCP a los alumnos de varios centros escolares y en un centro cultural promotor del deporte, Quindío con Corazón.
Paciente y usuaria de transporte sanitario
¿Cómo nace tu relación con Ambuibérica¿ ¿Desde cuándo colaboras con la Fundación?
Mi relación con Ambuiberica comenzó hace nueve años como paciente y usuaria de su servicio de transporte sanitario en innumerables viajes, de ida y vuelta, desde mi domicilio al Hospital Clínico Universitario de Salamanca. Los tres primeros años precisé ambulancia de uso individual; actualmente, gracias a la mejora de mi salud, el mismo recorrido lo efectúo en vehículo de uso colectivo.
Fue hace dos años cuando Chema, un conductor de la empresa, me propuso colaborar con vuestra Fundación y, así, ocupar parte de un tiempo libre que necesitaba llenar en un momento en que mi salud parecía estar mejorando. Ese fue el punto de partida.
¿Por qué decides dar un giro en tu vida? ¿Qué lo motivó?
El giro en mi vida no lo motivó una decisión voluntaria, amaba mi profesión. Ejercía la abogacía en un despacho profesional propio. Lo provocó la enfermedad y la lucha por la vida. Un linfoma fue la causa de abandonar una actividad que me reportaba satisfacciones, pero también un estrés excesivo. Tras una primera recuperación del linfoma, una segunda por un primer trasplante de médula ósea y la necesidad de someterme a un tercer intento -con un segundo trasplante de médula-, me vi obligada a abandonar aquello por lo que había estado luchando toda la vida.
Mejorar la vida de los demás
¿Cómo te sientes siendo embajadora de Fundación Ambuibérica?
Es una mezcla de sentimientos. En el corto espacio temporal que llevo en la Fundación, no solo he encontrado un modo de ocupar un poco de tiempo, también es un continuo aprendizaje, una nueva forma de ver las cosas, una mejora de mis valores y una auténtica satisfacción al comprobar que mi pequeña aportación suma a la de otras personas que renuncian a dedicar más tiempo a su familia o a sus actividades personales para ayudar a otros compañeros voluntarios y comprobar, a su vez, que nuestra labor contribuye, en alguna medida, a mejorar la calidad de vida y los conocimientos de los destinatarios de nuestra actividad.
Aprender y compartir conocimientos
Cuéntanos tu mejor y tu peor momento en una misión fuera de España.
Una colaboración fuera de España es un suma y sigue de buenos momentos; los malos se diluyen al pensar que son parte de las circunstancias de vida de las personas que habitan el lugar en que prestas la cooperación internacional (imposibilidad de acceso a atención sanitaria, transporte sanitario y medicinas, a una alimentación mínima y equilibrada, ausencia de potable, agua corriente y energía eléctrica…).
Sin duda, el mejor es la satisfacción que reporta el agradecimiento, el cariño y la generosidad de las personas destinatarias. Se une también aprender y compartir conocimientos con el equipo o los cooperantes locales; suma la posibilidad de ayudar y… completa la ecuación la riqueza de conocer desde muy dentro la forma de vida, las costumbres y las necesidades de las poblaciones a las que se asiste.
Lo peor es sentir que lo que haces fuera de España es solo un granito de arena. Siempre queda la sensación de que resta mucho por hacer y que las dificultades del país en el que viven condicionan su calidad y su esperanza de vida, su salud y sus posibilidades.